El secreto de Marrowbone by Sergio G. Sánchez

El secreto de Marrowbone by Sergio G. Sánchez

autor:Sergio G. Sánchez [Sánchez, Sergio G.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2017-10-01T04:00:00+00:00


Capítulo 11

La habitación de mamá

Sam terminó el último de los ejercicios de su cuaderno de caligrafía y lo cerró cuidadosamente. Se levantó y miró por la ventana. No había nadie en el jardín. Después de la discusión de sus hermanos, la casa se había quedado en completo silencio, como ocurría siempre que Jack y Billy discutían. Aquellas peleas eran lo suficientemente frecuentes como para que Sam dejase de preocuparse por ellas. Pasarían unas horas sin dirigirse la palabra. Llegaría la hora de la cena y Jane llenaría el vacío con alguna historia intrascendente, gastaría alguna broma y al final conseguiría que tanto Jack como Billy volvieran a abrir la boca. Aunque no se hablasen entre ellos. Se irían a dormir y mañana todo estaría olvidado. Pero aún quedaban por delante unas horas de silencio. Era el momento perfecto para aprovechar que nadie le estaba vigilando.

Salió al pasillo de puntillas y miró hacia cada lado. Después, se asomó por la ventana del patio trasero. Nadie. Continuó su camino hacia la habitación de Jack y abrió la puerta con mucho sigilo. Miró adentro. Ahí seguía. Descansando sobre la mesita de Jack. El llavero, por fin separado de Jack.

Sam se coló en la habitación y levantó el llavero sin hacer ningún ruido. Tenía poco tiempo y debía darse prisa.

Recorrió la casa entera con sigilo. Conocía perfectamente cada tablón del suelo y sabía cuáles estaban medio podridos. Los evitó uno a uno para que no emitiesen crujidos que lo delataran, saltando como una ardilla de tablón en tablón. En muy poco tiempo se plantó delante del oscuro pasillo que conducía a la habitación de su madre. Buscó entre las llaves de Jack hasta dar con la que abría aquella puerta. La introdujo en la cerradura y la hizo girar hasta escuchar ceder el pestillo. Abrió la puerta y se deslizó dentro como un ladrón.

Dejó las llaves sobre una cómoda y entonces levantó la vista con una pícara sonrisa. Lo había conseguido. Por fin estaba otra vez en la habitación de su madre. No había vuelto desde aquella mañana en que todos habían hecho una promesa. Todo estaba intacto, perfectamente conservado por Jane, que se ocupaba de mantener la habitación impoluta y de tener siempre flores frescas en los jarrones en recuerdo de su madre. Era como la sala de un museo y era imposible hallar ni tan siquiera una mota de polvo. Era el único rincón de la casa que estaba perfectamente ordenado y limpio.

Las tres hojas de espejo del tocador y el gran espejo de la puerta central del armario estaban cubiertas por sábanas. Sam se sintió mejor sabiendo que no tenía que temer que el fantasma pudiese asomarse por alguno de aquellos espejos.

Sin hacer ruido, se quitó las botas, que estaban llenas de barro. No quería manchar nada ni dejar rastro alguno de su travesura. Descalzo, pisó sobre la gruesa alfombra. Estaba tan mullida que no pudo evitar dar unos cuantos saltos encima. Después, contempló la cama de su madre. El colchón y las almohadas estaban perfectamente mullidos.



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